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Especial Halloween

Relato ganador de "Halloween 2009" de "El Cuentista" en Facebook

EL CHAT - Por Alberto Quintana
Era el día de Halloween.

El inspector contemplaba atónito el filo del sable que salía del monitor del ordenador del hombre que yacía muerto en el suelo.

Junto al filo, un mensaje: "Te dije que si me dejabas de hablar en el chat, tomaría represalias"

El técnico, rascándose la cabeza, informó al inspector que el resto del sable no estaba dentro del monitor y añadió perplejo: "Ni ha estado nunca... este monitor no ha sido abierto hasta ahora."

Dos meses más tarde una llamada llevó al inspector a una casa en las afueras. Allí había aparecido un ordenador con un sable clavado en el monitor. La empuñadura, firmemente adherida al vidrio pero... al abrirlo vieron que faltaba la hoja. Nunca había traspasado una hoja el interior del monitor.

Se investigó a los últimos moradores de la vivienda y se descubrió que la última persona en habitarla fué una muchacha, muy rara, según algunos vecinos que la conocieron. Se había suicidado hacía trece años.

Se llevó el ordenador al laboratorio y se descubrió que, por agotamiento de la pila de la bios, se había detenido el 1 de noviembre de 1999...

La empuñadura del sable y la hoja encontrada dos meses antes, casaban completamente.

El inspector cerró la libreta y murmuró entre dientes: "Siempre dije que los chat`s tienen mucho peligro..."

Un poco de tradición y de añoranza

Un poco de tradición y de añoranza

LA TRADICION DE LA CASTAÑADA EN CATALUÑA

**********************************************
En Catalunya, la noche del 31 de octubre, es decir esta misma noche, se celebra la noche de todos los santos con la “castañada”.

Aquí les dejo dos historias de cómo se origino esta tradición:

En la Edad Media y para recordar a todos vecinos la necesidad de rezar por los difuntos, durante la noche de todos los santos se tocaban las campanas de todas las parroquias y conventos, de tal suerte que el campanero necesitaba de un gran aporte de energía para recuperarse del esfuerzo.
Al ser la castaña el fruto mas abundante del otoño, se recuperaban del cansancio con castañas y pequeños tragos de vino blanco, para hacerlas más pasaderas. Como el número de campanarios era muy elevado en aquellos tiempos y al campanero se iban añadiendo las personas y familiares más allegados, en un afán de querer compartir con él sus penas y también sus gozos, finalmente todos acababan comiendo castañas y bebiendo vino.
Mas adelante, en los pueblos, por la tarde todos los hombres se dedicaban a recoger castañas, boniatos y leña, las mujeres hacian pastelitos parecidos a los actuales “panellets” (unos pastelitos hechos a base de almendra molida y azucarada) y al llegar la noche se reunían todos alrededor del fuego comiéndose las castañas y los boniatos asados a la leña y los pastelitos que habían traído las mujeres y así celebraban el final de la recolecta y rezaban por los difuntos.
También existía la tradición de que los niños tenían que dejar castañas escondidas en algún rincón de la casa para que, por la noche, las almas de los que faltaban vinieran a recogerlas y se las cambiaran por “panellets” o membrillo (dependiendo de la zona).
A finales del siglo XVIII la costumbre se había extendido de tal manera que la castaña pasa a ser un elemento de comercio y entonces hace su aparición la figura de las castañeras, mujeres que asan las castañas al fuego y las venden en puestos callejeros. De aquí la costumbre que en Cataluña, se celebre la noche de todos los santos comiendo castañas, regadas con vino dulce y panellets

AQUI OS DEJO UN POEMA DE LAS CASTAÑERAS
Castañita, castañita
que en el fuego estás
salta,salta
que te quemarás.
Castañera,castañera
que asando castañas estás,
ten cuidado,ten cuidado
o te quemarás."

* FOTO EXTRAÍDA DE : http://lydiazure-art.livejournal.com/

Cuentos por los caminos - Soledad Felloza

Cuentos por los caminos - Soledad Felloza

 

Ayer inauguramos la temporada de senderismo, partimos hacia la Ribeira Sacra Lucense, otra forma de celebrar San Froilan. La ruta elegida fue la que une Pacio en el concello de Paradela y Loio. Por las orillas del rió comenzamos un paseo de 15 km.
El bosque estaba hermoso, lleno de verdes y dorados, pero lo mejor, fue el encuentro con las castañas. Castiñeiros, jóvenes se atrevían con centenarios y las manos no alcanzaban para guardar ese tesoro. La voz de uno de los mejores cuenteros del país se coló para regalarme una historia. “Cuidache dos ourizos” me dijo. No fuera a ser cosa que me pasara lo que le pasó a Antón de Aviles, que se quedó durmiendo la siesta debajo de un castaño y un erizo cargado de frutos maduros le dio un golpe en el ojo derecho y se lo dejó ciego.

 


El pobre hombre marchó para Coruña para comprar un ojo de vidrio, ya que no quería permanecer incompleto. En la tienda, llamo su atención uno de un raro color morado: L21 Vinca per Vinca. El óptico explicó que era el encargo de un coronel que murió en glorioso servicio y que su viuda consideró gasto superfluo el ojo nuevo para un muerto. Antón pensó que era el ojo más bonito que podía tener y se lo llevo. Quedó tan guapo con él que rápidamente notó el éxito en las mujeres, al poco tiempo estaba felizmente casado y esperando un hijo. Cada noche se quitaba el ojo para dormir y lo colocaba en el hueco del ombligo de su mujer, para que el niño heredara sus ojos, y así fue.


Tan hermoso era el efecto del raro color, que decenas de mujeres antojadizas de un heredero de ojos tan bonitos, comenzaron a pagar y a dar origen a la fortuna familiar, para dormir una noche en casa de los Aviles con el prodigioso ojo en la barriga.
A la mañana se les daba de desayunar un tazón de leche tibia con pan de maíz y el prodigio se cumplía ,los niños nacían con ojos color vinca per vinca.

* Autora : Soledad Felloza

 

Sin vida - José Medina Mesa

Sin vida - José Medina Mesa

Pero yo no quiero escribir tu nombre,
Ni lo que eres, tan segura de ti misma.
Relámpago sobre el recuerdo.
Cuando amas, con tus hombros desnudos,
Con el beso en el que te disfrazas.
Apoyada sobre la eternidad,
Bajo esas viejas vestiduras,
Lazos negros con los que nos arrebatas,
Sobre la distancia a la que representas
En nuestras perdidas batallas.

Por delante, sombra,
Por detrás carne a la que descompones,
En versos,
Sobre el agua del milagro.

Pero yo no quiero escribir tu nombre
Porque tú no puedes querernos tanto,
Ya sin vida…

* Autor: José Medina Mesa (Joseme)


Las Gárgolas - Pablo de Aguilar Gónzalez

Las Gárgolas - Pablo de Aguilar Gónzalez

Corría el año 1970 cuando Don Eladio Campillo y Rojas de Salazar, decidió volver a la que, en tiempos, fue mansión familiar. La casa se encontraba en la loma de un pequeño cerro, en las proximidades de la villa de Salazar, que una vez perteneció por completo al patrimonio de los antepasados de Don Eladio.
Había sido la familia Campillo y Rojas una familia importante en siglos pasados, con grandes extensiones de cultivo, muchas cabezas de ganado lanar y sobre todo, mano de obra casi esclava que contribuía, en grado sumo, al bienestar de la nobleza de entonces.
La mansión fue abandonada a principios de la década de los 40, cuando el padre del actual titular -don Flavio Campillo y Rojas Guzmán-, perdió a su primogénito - el pequeño Flavio-  en circunstancias que nunca fueron bien aclaradas. Hay quien dice que su hermano, Don Eladio, tuvo mucho que ver en los hechos, cosa, por otra parte, inconcebible en muchachos púberes como eran los pequeños Campillo y Rojas entonces. Fuera lo que fuese, Don Flavio decidió que su primogénito descansaría, como algunos de sus antepasados ilustres, en ala oeste de la propiedad; para, posteriormente, abandonar la villa e irse a vivir a la capital el resto de sus días en los que no volvió a pisar dicha mansión.
Muerto Don Flavio, Don Eladio decidió volver a visitar y tomar posesión de las pertenencias que, por herencia, le correspondían. Acompañado por su mujer, su único vástago varón: Flavio Campillo y Rojas De Cabrera, Flavito para casi todo el mundo,  y la niña de meses: Eladia Campillo y Rojas De Cabrera.
Cuando el Dodge Dar de don Eladio cruzó la verja que guardaba la finca centenaria de extraños y amigos de lo ajeno, Escariote, el viejo guarda, salió a recibirlos al jardín delantero. Don Eladio, al verlo, exclamó: "¡Dios mío, este hombre siempre ha sido así de viejo!" y, Flavito, se fijó en las arrugas que el hombre tenía simétricas en ambas mejillas, surcos que parecían hundirse en el fondo del los tiempos. El viejo guarda, al sentir que estaba siendo observado, giró la cabeza hacia el chaval y le dedicó una amarilla, mellada y estremecedora sonrisa.
- Veo que ha venido el señorito. Es un placer volver a tener a Don Flavio en la casa...
- Pero qué dice, buen hombre, si es la primera vez que viene...
El guarda sonrió de nuevo y se dirigió a recoger las maletas.
Flavito miraba la casa con enormes muros de piedra gris, ennegrecida por la humedad en los lugares que la hiedra dejaba al descubierto. Tenía grandes ventanales en el primer piso y unos ventanucos pequeños en el segundo. La azotea, toda rodeada por una balaustrada de la misma piedra y, en la fachada de poniente, lo que más atrajo la atención de Flavito, cuatro extrañas gárgolas en línea pero no dispuestas simétricamente. Solo se extendían desde la esquina noroeste hasta, aproximadamente, la mitad de la fachada.
El chico se quedó observando, atónito, cada una de las figuras. Eran horribles monstruos de piedra con cuerpos retorcidamente atormentados y gestos de desesperada fiereza en ellos. Pero Flavio veía algo más  en sus miradas. Todas parecían observarlo a él, como si lo estuvieran escrutando o, peor aún, intentando avisarle de algo...
La infantil imaginación del chico comenzó a oír quejidos lejanos y lastimeros, provenientes de las profundas gargantas de piedra de las monstruosas estatuas. Los quejidos subían de volumen,  pronto empezaron a ser gritos y, cuando parecía que la primera de las gárgolas empezaba a girar la cabeza y miraba a Flavio, el muchacho sintió una mano en el hombro que le hizo emitir un sonoro grito, al tiempo que saltaba horrorizado.

 

 

Al mirar a su espalda, vio a Escariote, con su mellada sonrisa, su gesto corvado y su extraño brillo en los ojos, tirar de él.
- ¿Le gustan las gárgolas, señorito?
- No, son muy feas - Acertó a contestar el chico, cuando por fin recuperó el aliento.
- No debe decir usted eso, Don Flavio.
Al chico le hacía gracia eso de que le llamaran Don Flavio, en lugar de Flavito, como toda su vida; le gustaba, le hacía sentirse importante. Así que decidió permanecer allí con el guarda un rato más.
- ¿Y por qué no debo decirlo, si en realidad lo son?
- Su padre de usted no le ha contado la historia de sus cuatro antepasados, ¿verdad?
Flavio no había oído esa historia en la vida, aunque se limitó a encoger los hombros para no parecer un ignorante. Escariote se apercibió de que el chico no sabía nada de sus familiares y comenzó a contarle:

- Verá, señorito. Estas gárgolas no siempre han estado ahí. La casa se construyó sin ninguna. Pero lo más curioso es que nunca nadie supo cómo llegó la primera de ellas. Sólo unos días antes del día de Todos los Santos, el tatarabuelo de su tatarabuelo, Don Flavio Campillo y Rojas de Medina, la vio posada donde usted la ve. Don Flavio pensó que habría sido cosa de alguno de los albañiles que entonces hacían reparaciones por la casa y preguntó a todos ellos. Uno por uno,  fueron negando haber puesto la figura en la esquina noroeste. Preguntó entonces a los jardineros, y la respuesta fue la misma. Y, por fin, reunió a todo el personal que tenía a su servicio, que por entonces era muchísimo y obligó a que saliera el responsable de que la figura estuviera en la azotea. Nadie confesó haber sido el que la había puesto y Don Flavio, enfadado no tanto por la aparición del monstruo de piedra, como por el hecho de no poder controlar a su servidumbre, obligó a escoger a diez de ellos al azar, sin distinguir entre hombres, mujeres o niños, y dar diez latigazos a cada uno cuando se hiciera la noche. La noche de Todos los Santos.

Cuando se acercaba la oscuridad, los sirvientes estaban preparados para el castigo y todos buscaban a Don Flavio para que presenciara el cumplimiento de su sentencia. Pero no pudieron encontrarlo. Buscaron por aquí y por allá, por el bosque, por el río, por las cuadras y por la casa y, sólo cuando llegó el Alba, un jardinero vio un pequeño charco encarnado y viscoso junto a la fachada. Miró hacia arriba y vio que  la gárgola parecía escupir pequeñas gotitas del líquido rojo. Cuando dio la alarma y subieron a la azotea, Don Flavio yacía allí, junto a la  estatua, degollado y desangrado.
Nadie averiguó nunca lo que pudo pasar aquel día, todos los que iban a ser azotados y los familiares de éstos fueron puestos bajo sospecha, pero ninguno confesó, a pesar de las torturas, que supieran algo acerca de lo acontecido.
La viuda, tras dos días encerrada en sus aposentos, salió una mañana y decidió que su marido, que todavía estaba de cuerpo presente, fuera enterrado allí donde su sangre había indicado, y así fue que lo sepultaron bajo la primera de las gárgolas, en esa tumba que ves ahí.-

Flavio había escuchado la historia con admiración y entonces se fijó en las tumbas que antes le habían pasado desapercibidas, una bajo cada gárgola. Aún sin atreverse demasiado, no pudo evitar el preguntar por las otras tres.
- La segunda -, contestó Escariote con una mellada sonrisa de evidente satisfacción - es la tumba del abuelo de su tatarabuelo: Don Flavio Campillo y Rojas de Espinosa.
- ¿También apareció sola la estatua? - Preguntó el muchacho, ensimismado
- Lo hizo, señorito, lo hizo... O, al menos, nadie confesó nunca haberla puesto ni haber sabido quién pudo ponerla. -
Flavio comenzó a sentir algo de frío por el cuerpo, pero no sabía muy bien si los temblores eran debidos a la temperatura o a lo que podía imaginar que hubiera pasado con la segunda gárgola. Al fin, se atrevió a inquirir de nuevo:
- ¿Y murió desangrado en la azotea?
- No señorito -, contestó Escariote - A su antepasado lo encontraron un día tres de Noviembre en la dehesa donde iba a cazar patos, con un tiro en el pecho. Se sospechó que algún furtivo, al sentirse descubierto, le disparó y huyó. Fue voluntad de Don Eladio, padre de Don Flavio e hijo del otro Don Flavio, el que murió en la azotea, que enterraran su cuerpo bajo la segunda gárgola, emulando así a su difunta madre.
- ¿Y los demás?
- Los otros dos murieron todos en extrañas circunstancias. Y siempre apareció una gárgola en la fachada. Nadie sabe ya si las últimas gárgolas fueron puestas antes o después del fallecimiento, a modo de tradición. Usted me entiende, señorito....
- ¿Que historias le estás contando al chico? - Oyeron por detrás a Don Eladio, que se acercaba desde la fachada principal. - Haz el favor de no meterle cuentos en la cabeza, Escariote -
- Sólo cuento lo que él me preguntó, Don Eladio - Dijo Escariote, encorvándose más si cabe, en gesto de humillación y con semblante de fastidio en la cara.
Don Eladio se llevó a su hijo dentro de la casa. Éste no podía olvidar la historia de las gárgolas que el viejo guarda le había contado. Durante la cena, quiso preguntar a su padre por la muerte del tío para el que habían traído unas flores como conmemoración del día de Todos los Santos. Pero su padre se limitó a achacar lo sucedido a la mala suerte y a explicar que fue enterrado en la fachada de poniente debido a la ya centenaria tradición familiar.
- Pero... ¿Por qué nadie sabe cómo aparecen las gárgolas?
- Hijo, no sé qué historias te ha contado ese viejo ignorante, pero las gárgolas las pondrían después de hacer las sepulturas.
Al día siguiente sería por fin el día uno de noviembre, harían la ofrenda a su tío fallecido y pronto volverían a casa. Flavio decidió volver a pasear por el jardín; en el fondo, esperaba ver al enigmático guarda mellado, para escuchar alguna de sus disparatadas historias. Lo buscó por aquí y por allí sin éxito. Y, al llegar a la fachada de poniente, algo extraño le hizo olvidar la búsqueda de Escariote. Había algo distinto a unas horas anteriores. No sabía percibir qué podía ser hasta que miró a lo alto y se dio cuenta. ¡Había cinco gárgolas! Flavio hubiera jurado que esta mañana había cuatro. Las contó una y otra vez, luego contó las tumbas y.... efectivamente. Sólo había cuatro sepulturas.
El niño, se dio cuenta de que algo iba a pasar. Había aparecido una nueva estatua, no importaba demasiado si alguien se había encargado de ponerla o si vino sola. El caso era que algo malo sucedería,  y tenía que avisar a su familia cuanto antes. Corrió todo lo rápido que podía hacia la fachada principal, las piernas casi ni rozaban el suelo, el aliento apenas le llegaba a los pulmones y, mientras corría, gritaba:
- ¡Papá, papá, tenemos que irnos, papá!
Nadie parecía oírle. Cuando por fin vio la puerta de la casa, aceleró un poco más, pero tropezó con una raíz que, incomprensiblemente, había crecido fuera de la tierra en la explanada principal. Flavio rodó por el suelo, golpeándose rodillas y brazos, pero volvió a levantarse, sangrando por ambas piernas, en búsqueda de su padre.
Cuando por fin llegó a la primera planta, encontró a Don Eladio, admirando la antigua colección de armas de fuego que su familia había conseguido con el pasar de los tiempos. El padre miró al muchacho y preguntó:
- Pero ¿Qué te ha pasado?
- Papá, tenemos que irnos antes de que pase algo, tenemos que irnos, papá, por favor
- ¿Pero qué dices, Flavio? ¿Te ha vuelto a meter pájaros en la cabeza ese viejo? ¡Juro que se va a la calle! No me importa el tiempo que lleve con nosotros, se va como siga así.
- ¡Hay cinco gárgolas! ¡Tenemos que irnos!
Don Eladio, con un mosquetón de principios de siglo en sus brazos, dedicó una condescendiente sonrisa a su hijo y siguió limpiando y manipulando cuidadosa y amorosamente  el arma, al tiempo que, con voz calmada,  le explicaba:
- Hijo, eso son tonterías. No debes creer lo que te cuenta ese loco. Anda, cálmate. ¿Quieres que te enseñe las armas de la familia? ¡Un día serán tuyas! Mira, este fue el primer revolver que vino a esta comarca. Todavía está como si lo hubiéramos comprado ayer. ¡Es una maravilla!
Flavio empezaba a tranquilizarse al ver la calma de su padre y decidió acompañarlo durante un rato, contemplando el arsenal familiar. Cuando ya llevaban un rato padre e hijo, charlando sobre armas, Flavio comenzó a perder interés y decidió dejar a su padre a solas e ir a buscar a su madre, que debía estar con su hermana pequeña. Don Eladio, cuando el chico se iba a alejar, le sonrió, le acarició el pelo y le preguntó: - ¿Más tranquilo?
- Sí -, contestó él, devolviendo la sonrisa y alejándose hacia la escalera del recibidor.
Don Eladio, se quedó allí, con una pistola semiautomática de la segunda guerra mundial entre las manos que, según documentos que guardaba en la caja fuerte, había pertenecido al mismísimo Rudolf Hess. El fuego encendido, la copa de brandy sobre la mesa de estudio y el humo de un puro habano revoloteando remolón hacia el alto techo  de la estancia...
De pronto, un grito y un golpe seco lo sacó de su ensimismamiento. Luego otro grito mucho más intenso. Soltó la pistola y salió corriendo al distribuidor. Cuando miró la escena desde lo alto de la escalera, no lo pudo creer. En la planta baja, su mujer gritaba desesperada, inclinada sobre el cuerpo inerte de su hijo. Escariote acababa de entrar por la puerta, alarmado por los gritos y miraba hacia arriba con ojos serios y brillantes. Eladio supo en ese momento lo que había pasado. La postura no dejaba lugar a dudas. El pecho del pequeño Flavio se acostaba contra el suelo, la cabeza del revés y los ojos, completamente abiertos, clavaban su mirada en lo alto del pasamanos, como todavía sorprendido por no haberse podido sujetar.
Dos días después, cuando Don Eladio volvió a salir del estudio donde guardaba el arsenal, sin haberse afeitado ni aseado durante ese tiempo y apestando a brandy, ordenó que su hijo descansara junto a la fachada de poniente, al lado de su familia. Ordenó así mismo a Escariote que hiciera poner una gárgola en la azotea, justo encima de la sepultura de su hijo. Éste respondió:
- No hace falta, señor... ya...
- ¡No me discutas, viejo y haz lo que te digo! - Gritó el padre. Escariote se encorvó servilmente y se retiró. Nunca volvió a ver a  Don Eladio Campillo y Rojas de Salazar ni a Doña Gabriela de Cabrera. Desaparecieron de aquella casa para no volver jamás.
......
Treinta de Octubre de 2005... Eladia Campillo y Rojas de Cabrera, funcionaria del ministerio de hacienda, madre soltera y doña Belén García, divorciada y con dos hijos, deciden pasar el puente del uno de noviembre en una vieja casa que, la primera, heredó el año pasado, al morir su madre. Una vez que traspasaron la vieja verja, ya casi derruida, vieron aparecer la casa, imponente, tras la maleza. Habían llamado para que alguien se encargara de poner en orden unas habitaciones. Un viejo encorvado salió a recibirles y, con una sonrisa mellada, dijo a los recién llegados. Me alegro de verles por aquí y de tener de nuevo a Don Flavio en la casa.... Eladia, que se dio cuenta de que se refería a su hijo, lo cogió por el hombro y dijo. Se equivoca, abuelo, se llama Javier. El viejo, volvió a mostrar los pocos dientes que le quedaban, murmuró entre dientes: "Es un Flavio, lo dicen sus ojos, no se puede negar...", se dio media vuelta y desapareció por el jardín. Los recién llegados se quedaron observando cómo se alejaba y cuando, el viejo alcanzaba la fachada oeste, Javier, entusiasmado, gritó a su madre:
- ¡Mira mamá! ¡Hay seis dragones colgados de la fachada!...

 

* Autor: Pablo de Aguilar González (Pablo A)

 

La muerte de la poesía - Bob Holman

La muerte de la poesía - Bob Holman

Estabas invitado
Te quedaste dormido de nuevo
Cuál es tu excusa esta vez
Perdiste el bote/voto/mote/ 
pote/tope/tipo/topo
Perdiste el topo

El libro fue impreso
Todas las palabras estaban juntas
Las páginas en blanco con tinta
Así es que los faux pas usaban invisible cinta

Fue por chiripa que estuvieras dentro del ataúd cuando se lo echaron al
hombro
¿No fue un cortejo realmente agradable?
Finalmente tú estás en el interior ¡In! ... interior
Corriente de resaca realmente agradable

Oh, oh, la muerte de la poesía
Misericordiosamente rápida
Sólo duró un milenio o dos
El arte del pasado

No ma po
Volvamos al asunto
Pos no show
Jo jo ....¡Buena escapada!

El panorama era oscuro/seguro/puro/muro/anuro/duro
El panorama era duro
El tiempo transcurría lenta mente
El día estaba calmado y brumoso,
Frío y balsámico, abril es el más cruel... eh, el más frío

Los perversos salían a perversear
Lanzando misiles de encomio a las calles
Las palabras con valor de ritmo opuesto
Los bateristas con pies melodizantes

Las máquinas de escribir en desfile
Walt y Emily revolcándose en la tumba
Nada se salvó para salvar
La Muerte de la Poesía

Fue una cosa computacional
Una cosa neutra
Beligerante cabeza de chorlito
Arte malcriado dientes despedazados
Palabra carne boquilla de batería
Parranda de metáfora azul
Beso picante de pérfida ave silvestre

Lo que a la vida la muerte es
La Muerte de la Poesía

Autor : Bob Holman

* * *

Bob Holman dirigió las sesiones de lectura de poesía del Proyecto de Poesía San Marcos desde 1977 a 1984, actualmente es co-director y anfitrión slam del Café de Poetas de Nueva York. Además de ser productor de Words in Your Face de la estación de televisión PBS, que ganó el Premio Internacional de Televisión Pública en 1992, Holman ha producido más de cincuenta spots de poesía para WNYC-TV y obtuvo tres Emmys y un Bessie en Excelencia de Actuación. Actualmente produce una serie de cinco partes, The United States of Poetry para la estación PBS. Bob Holman ha aparecido en Nightline, Charlie Rose, Good Morning America y MTV. Es co-editor de Aloud: Voices from the Nuyorican Poets Cafe (publicado por la editorial Henry Holt en 1994), ganador del premio American Book Award y seleccionado como uno de los veinticinco Libros para Recordar de 1994 por la Biblioteca Pública de Nueva York.

Íntimamente - Dori Siverio Fumero

Íntimamente - Dori Siverio Fumero

La viuda, con la urna entre sus brazos, miraba al mar azul que ante ella se presentaba como el símbolo de su completa libertad.

“Cuando me muera quiero que eches mis cenizas al mar” —le había dicho el execrable marido. De él sólo quedaban aquellos polvos portados en la vasija ambarina.

Unos gruesos lagrimones bajaron por sus mejillas, los asistentes se compadecieron de la solitaria enlutada, ¡ni siquiera hijos que la consolaran!


Ella repasaba los horribles días, meses y años junto al tirano; sólo así podía llorar y dejar que los demás creyesen su dolor por la pérdida.


Abrió la urna disponiéndose a consolidar su liberación.


Una ráfaga inusitada de viento arremolinó las cenizas y las trasladó hacia ella de nuevo, a su cara, a sus ojos, a su boca abierta por el desconcierto.

En el interior de ella vive ahora su fantasma; ha regresado y se ha hecho gigante, conoce sus temores, sus debilidades...

* Autora : Dori Siverio Fumero (Espuma)

Viviendo muertes - Chus Alonso Díaz-Toledo

Viviendo muertes - Chus Alonso Díaz-Toledo

Vuelvo a escuchar, cada vez más cerca, la canción que entona la muerte, y su hedor a siempre injusta muerte. De qué valen los buenos propósitos por hacer, si no hay enmienda a lo que se hizo cuando el tiempo era el de antes. Me mira desde su pálida arrogancia, y cree que la creo porque es eternamente infinita, pero reconozco la razón de su mentira real, en el vacío de la mirada que ve más allá de las cosas que se ven. Se sabe alimentada por el hambre del dinero, por la locura multicolor de la banderas que exigen sacrificios, con sangre humana, como si de diosas caprichosas se trataran. Se sabe fuerte, poderosa gracias a los poderosos que tanto miedo la tienen. Se sabe sabida de memoria por los que la imparten, y dolorosamente olvidada por los que la sufren, y viven ya en ella.
Muerte que dejó de ser vida para ser muerte, y cuando fue, fue ya para siempre, ¿por qué no te mueres de una vez?


* Autor: Chus Alonso Díaz-Toledo (Pokito)

 

 

Vagando en la noche - Diego Jerez Gónzalez

Vagando en la noche - Diego Jerez Gónzalez



Se dibujan los astros en el cielo,
y cubre como un velo el horizonte,
la noche, permitiendo que remonte
la luna su alto, helado y blanco vuelo.

Y extiende su tapiz con tanto celo,
que siento el hueso anciano de Caronte,
vibrar en muda voz. Dice – Disponte,
se acerca la barcaza de tu anhelo –.

El viento herido llora en los cipreses
oscuros, como dientes gigantescos,
que acechan con siniestros intereses.

Y lucha mi razón con los grotescos,
lamentos de los muertos, y sus mieses
de cráneos desdentados y burlescos.

 

* Autor: Diego Jerez Gónzalez (Sereno)

La alambrada - Uachipachi Jimul

La alambrada - Uachipachi Jimul


 


Grandes aspiraciones tenía en su cabeza, pero el entorno no podía dárselas, unas veces chocaban con la sequía, otras con la falta de comida, la mayoría de las veces con ambas cosas… Nadie se explicaba como había salido adelante con tan escaso alimento, pero llegó vivito y coleando hasta cumplir los 18. Y entonces, supongo, fue cuando se dio cuenta de que no podía  resistir tanta miseria, tanta desolación…, y decidió marcharse a la aventura con su amigo y compañero del alma.

Dos años fueron los que duró su viaje, conocieron el amor, la amistad, la belleza, la traición y hasta la locura. Al final llegaron a su sueño. Y todos estos pensamientos, todos estos recuerdos pasaron fulminantemente por sus cabezas mientras sus cuerpos eran atravesados por las púas de una alambrada con la que no habían contado. Los forenses no fueron capaces de adivinar su identidad, su tumba fueron los alambres; sus rezos: los llantos de sus compañeros heridos.

* Autor: Uachipachi Jimul

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Te contaré - Luis Tamargo

Te contaré - Luis Tamargo

 

 

"De tarde en tarde alguna ráfaga

hacía circular sobre el paisaje

jirones dormidos de bruma".

Knut Hamsun

 

 

    Todo comenzó como una excursión más, una de tantas de las que hicimos con el primo Ted a la Sierra de Las Calaveras. Fue el primo Ted, algunos años mayor que yo, quien me inculcó esa pasión por la montaña. Nuestro sitio preferido era aquella enorme roca que llamábamos La Silla, sobre todo porque en uno de sus lados era lisa y vertical como el respaldo de un gigantesco asiento.

    Recuerdo que en aquella ocasión nos acompañaba Julie, la novia de mi primo, con aquel mechón de pelo blanco tan característico que lucía en el flequillo y que, además de inconfundible, le daba un aspecto de montañera poco convencional. Ted había estrenado unas llamativas botas de escalador que adquirió por catálogo y, durante todo el trayecto en tren hasta La Sierra, no cesó de mostrar, alabar, ensalzar y aburrir con tanta novedosa exclusividad.

    Solíamos acampar en el claro próximo a La Silla, en un improvisado albergue semiderruído que antes debió utilizarse de cabaña para guardar ganado. Allí, al llegar la noche, el primo Ted siempre contaba historias y una en particular que repetía en cada ocasión, primero con el grupo de montañismo y después con los pocos allegados que decidimos organizarnos por cuenta aparte. Aunque ya conocíamos el desenlace de la historia escuchábamos atentos aquella parodia versionada del conocido cuento de Caperucita Roja... Cuando el primo Ted llegaba a la parte final en que la niña preguntaba a su abuela “por qué tenía la boca tan grande”, ésta le respondía que “era para contarle un cuento”. Entonces uno de los asistentes, compinchado –muy a menudo yo mismo-, le preguntaba a algún otro de entre ellos, delatando así a la víctima elegida:

 -¿Cuál quieres que te cuente...?

   Mientras el otro pensaba, estupefacto por el giro del cuento, dubitativo, el primo Ted se abalanzaba todo lo corpulento que era sobre él y descargaba un golpe tras otro, contando en voz alta de uno hasta diez, en medio de jocosas risotadas que se contagiaban con rapidez al resto del público espectador. Era su broma predilecta y hoy la recuerdo en especial porque en aquella última ocasión no pudo terminar de repetirla ya que tanto Julie como yo la conocíamos.

    Aquella mañana el primo Ted se propuso escalar La Silla por el lado cortado y nos prohibió subir con él. Recuerdo que antes dejarnos se dirigió a su novia:

 -Cuídame a ese cachorro, que no se pierda...

     Fueron las últimas palabras que le escuché. El primo Ted no bajó de aquella peña, nunca le encontraron, su cuerpo debió caer y extraviarse entre la grieta que separaba aquella lasca estrecha de la pared recta. Cuando llegaron los equipos de salvamento no hallaron rastro suyo, resultaba humanamente imposible adentrarse en la sima interior de aquella lasca inexpugnable y rugosa, armada de aristas. Lloramos mucho su pérdida.

    Van a cumplirse dos años de aquel suceso y, desde entonces, Julie ha permanecido fiel a mí, ni el primo Ted se imaginaría cuánto... Julie y yo hemos consolidado nuestra relación, eran muchos detalles comunes los que nos unían, el primo, las excursiones, la montaña, que resultaba algo de lo más lógico y natural que lo nuestro desembocara también en una ardiente pasión. Vamos a casarnos a principios del próximo año, ya hemos escogido fecha. Para entonces Julie habrá finalizado ya el curso en la universidad y será una bióloga a la búsqueda de trabajo, nos hará falta para salir adelante.

    Hoy me he acercado a la Sierra porque desde entonces no habíamos vuelto a pisar el lugar. Aproveché que Julie marchó a la capital durante toda la semana para realizar unos exámenes y, sin decirle nada, por temor a resucitar antiguas heridas, escogí pasar la noche en el refugio, a la sombra de la gran roca que tantas emociones nos proporcionó. Sin Julie en casa me sentía demasiado sólo y estando allí, con la montaña tan cerca, al menos me acompañaban los intensos recuerdos.

    La luna casi llena clareaba a través de la ventana del albergue, no podía dormir. Cambié de postura y me volteé, pues me pareció haber oído un ruido afuera. Luego, ví la sombra a través del cristal, lento, me incorporé... No podía ser cierto. Vigilé, en cuclillas, la oscilante sombra de aquel animal que se proyectaba dentro del refugio, no podía menos que inquietarme. Enseguida me apercibí de que buscaba la forma de entrar, incorporado en dos patas contra la ventana. El miedo me removió, reuní todas mis fuerzas y, sin parar a pensarlo demasiado, salí corriendo, campo a través, hacia el bosque cercano, no sin antes caer en la cuenta de que otras sombras parecían cobrar vida en la linde oscura. Corrí despavorido, con desesperación, escuchaba al enorme animal en pos de mí y miré, asustado, hacia atrás. Aquella bestia andaba sólo sobre sus dos cuartos traseros y calzaba las botas del primo Ted... La impresión fue definitiva.

    Nada más entrar en el límite del bosque, más preocupado por no chocar con las ramas altas, tropecé dos veces seguidas con las anchas raíces antes de caer con el rostro hundido de miedo entre la hojarasca. Permanecí así, inmóvil, sobrecogido, bajo las patas de la enorme fiera que me olisqueó desde la suela del calzado hasta la coronilla. Podía sentir su aliento salvaje deslizarse por el cogote. Casi muerto, con los ojos cerrados y los puños apretados, no podía dar crédito a aquella pesadilla, espantado, ya sólo esperaba en cualquier momento la dentellada fatal. Pero el gran lobo negro se hizo a un lado y, de reojo, me atreví a observar cómo las otras sombras se agrupaban en torno a él. Pude distinguir el curioso mechón cano en la frente de otra de las bestias... Al poco, en silencio, les ví marchar en fila y alejarse hasta que desaparecieron entre los árboles de la noche.

   Aún aguardé un rato interminable. Entumecido por el temor no podía moverme, pero salí arrastras del bosque. No sé cómo pude atravesar el claro y, luego, caminar en la oscuridad hasta la estación. Pero cuando llegué a la casa todavía no había recobrado el aliento ni el calor. Ya desde el pasillo observé la luz del contestador telefónico que parpadeaba... Recordé que Julie había quedado en avisar, seguro que era ella. Encendí el contestador mientras la voz de Julie inundaba de ecos las paredes de la sala...

 -Cariño, ven a buscarme al mediodía. Habrá demasiado jaleo, no entres al aeropuerto. Espérame en la parada de taxis, junto a la estación. Ya te contaré...

* Autor: Luis Tamargo

 

 

Un paseo por el vacío - Por Comella Firmet

Un paseo por el vacío - Por Comella Firmet

La puerta de casa estaba entreabierta, en un principio me pareció raro. Entonces, cuando estaba en el descansillo salió mi madre cargada con unas bolsas que dejó allí mismo para luego tirarlas al contendor de la basura. Yo no le dije nada, sólo pasé por su lado, le sonreí y acaricié sus rubios cabellos con mis dedos  … ¡Qué melena más bonita! Tenía muchas ganas de abrazarla, de darle millones de besos pero me aguanté, aún sabiendo que por mucho que ella no lo exteriorizara me echaba muchísimo de menos. Su frialdad ante la nueva situación no me impresionaba, ella era muy fuerte pero yo sabía a ciencia cierta que mi repentina marcha le había dejado un gran vacío y que no lo llevaba nada bien.

Antes de subir la escalera para llegar a mi habitación eché un vistazo a la cocina, ahí estaba mi padre, que ni se inmutó ante mi presencia. Me dirigí a mi cuarto para desvestirme y ponerme cómoda, como hacía siempre antes de comer. Aunque ahora lo veía un poco absurdo porque ya no tenía cama allí para echarme la siesta más tarde. Entonces fue cuando al abrir la puerta, una vez más, me di cuenta de la realidad dura y pura.

Ahí estaba mi habitación, totalmente cambiada. Por muchas veces que entrara no daba crédito. Todo tan distinto… La mitad de mis cosas obviamente no estaban y el resto: movidas de sitio. ¡Había pasado tan poco tiempo desde mi marcha! ¿Tanta prisa tenían en cambiarlo todo? ¿Tanto estorbaba? Cuando abrí el armario se podían ver pocos signos de lo que había sido mi gran colección de “trapitos”, no habían pistas de mi desorden pero sí un montón de cajas de zapatos de mi madre y uno o dos pantalones, también de ella. Fue entonces cuando me di cuenta realmente de todo lo que estaba sucediendo. “Los cambios son así” me dije. Lo tenía que asumir, yo ya no vivía en esa casa, eso estaba claro. Pero no podía evitar seguir yendo a comer allí al mediodía, e incluso alguna noche, no podía dejar de ver a mi madre, de subir peldaño por peldaño lo que había sido la escalera de mi casa, de observar como si fueran nuevos tantos y tantos detalles que antes me pasaban inadvertidos, de echar de menos tantas cosas a las que antes no daba valor… Tantas veces hablando de independizarme… Y ahora…

Supongo que no podía pretender que todo siguiera igual que siempre y como hasta el momento, como si de un aposento intocable se tratara. La vida sigue y mi madre pondría sus cosas allí, en lo que había sido mi espacio, al igual que mi hermano, quien aprovecharía al máximo lo que ahora era un vacío baño común. Me fui a verlo… Como si lo echara de menos también. Y allí me senté en “el trono” (como solía decir el que había sido mi último novio) y en ese santo sitio, apoltronada, y con los pantalones bajados no puede evitar que me cayera una lágrima. 

- ¡Yo ya no vivo aquí! ¡Esta ya no es mi casa! – la pena atravesó desgarradoramente mi alma para luego hacerse grito contenido. Sentía rabia, impotencia... Pero también un escalofriante alivio que no entendía… Tristeza. Me sentía tan rara… Había una parte de mí que quería volver y otra que sabía que lo que estaba viviendo era una etapa nueva y que la tenía que emprender sin miedo. ¡Valiente!

Me sequé los indicios de nostalgia con la punta de una toalla húmeda que mi hermano tenía colgada en la mampara de la ducha… Sonreí apabullada, me di cuenta de que el pobre ahora tenía muchísimo más espacio que antes para dejar sus maquinillas de afeitar y su gomina, las cuales siempre habían ocupado una milésima parte de lo que lo habían hecho todos mis productos y “potingues”.
Escarché mi pelo y respiré profundamente como si no hubiera pasado nada, bajé las mismas escaleras que había subido para luego sentarme en la cocina y comerme un plato de macarrones que mi madre nunca me puso en la mesa porque mi apetito, al igual que mi vida, se quedaron en el cruce de una carretera una fría noche de octubre, hace hoy varios meses.

* Autora : Comella Firmet


 

Trato o truco - Juan José Noche

Trato o truco -  Juan José Noche TRATO O TRUCO

Un cuento americano

El pequeño se sentía eufórico con el correr de los días y tenía sobradas razones para estarlo. Había cumplido diez años y pronto llegaría el 31 de octubre. Una semana antes de la fecha, las empleadas de servicio comenzarían con los preparativos, haciendo dulces y calando calabazas para decorar las estancias de la casa, lo que aumentaría su excitación. Las fiestas como el Día de Acción de Gracias o la Noche de Navidad con la llegada de Santa, le encantaban , pero Halloween era su preferida y esta vez tendría un sabor especial. George, que era afecto a espiar todos los movimientos de la casa, había descubierto la sorpresa que Barbara, su madre ,y Mae la criada de toda la vida, le estaban preparando. Era lo que más deseaba en este mundo: un traje de Muerte. Sobre una tela oscura se marcaban los huesos de un esqueleto en un color blanco brillante ; una capa negra con casulla y una guadaña completaban el disfraz.

Estaba feliz, ya nunca más tendría que salir por las calles de New Haven de la mano de Mae, arrastrando a sus cuatro hermanos menores, todos disfrazados de gnomos verdes, que más que asustar causaban risa. No pocas veces había sido objeto de burlas que le hacían los niños mayores. La próxima noche del 31 de octubre, saldría solo con un grupo de compañeros de la preparatoria Philips. Tenia muy buenos motivos para que llegara ese momento, podría recorrer el pueblo a su antojo luciendo su disfraz de Muerte.

Fue creciendo y disfrutando su pequeña libertad en las noches de Halloween. Junto a sus compañeros asustaba a los niños pequeños , les arrebataba los botines de dulces y , cuando las calles quedaban desiertas, hacía sonar las campanas de las residencias, ya de madrugada, sacando a sus vecinos de la cama.

Con el paso del tiempo, quedaron atrás su infancia y adolescencia. Partió a Yale primero y luego a Harvard. Si bien nunca se destacó en nada, la riqueza y los contactos de su familia lo ayudaron a llegar hasta lo más alto del poder. Pero George conserva aún sus costumbres de la niñez. Desde el Salón Oval llama de madrugada a sus colegas de países emergentes para asustarlos y ofrecerles trato o truco. Algunos de sus allegados más íntimos aseguran que bajo su traje sigue usando el disfraz de Muerte que tanto le gustaba. Ahora asusta.

* Autor: Juan José Noche

Del manuscrito de Ariel Prezioso

Del manuscrito de Ariel Prezioso ¿A veces no te preguntas si es la muerte
un sueño de profundo olvido?
Y en ese sueño, ¿soñamos con que a la vida
volvemos? ¿O nacemos para luego morir,
y más tarde volver a nacer, en una
secuencia cíclica, como ocasos y
amaneceres? Si ésta incertidumbre
se transformara en certeza real;
si desde el fondo mismo del Universo,
donde descansan las verdades, nos
llegase la respuesta; ¿No sería lógico
preguntarse cual es su sentido?

(...)

La queimada guallavita

La queimada guallavita Dedicado a Bolo, Rosario, Shadowfax y Arghen

*

Mouchos, coruxas, sapos e bruxas. Demos, trasnos e dianhos, espritos das nevoadas veigas.

Corvos, pintigas e meigas, feitizos das mencinheiras.
Pobres canhotas furadas, fogar dos vermes e alimanhas. Lume das Santas Companhas, mal de ollo, negros meigallos, cheiro dos mortos, tronos e raios. Oubeo do can, pregon da morte, foucinho do satiro e pe do coello. Pecadora lingua da mala muller casada cun home vello.

Averno de Satan e Belcebu, lume dos cadavres ardentes, corpos mutilados dos indecentes, peidos dos infernales cus, muxido da mar embravescida.

Barriga inutil da muller solteira, falar dos gatos que andan a xaneira, guedella porra da cabra mal parida.

Con este fol levantarei as chamas deste lume que asemella ao do inferno, e fuxiran as bruxas acabalo das sas escobas, indose bañar na praia das areas gordas. ¡Oide, oide! os ruxidos que dan as que non poden deixar de queimarse no agoardente, quedando asi purificadas.

E cando este brebaxe baixe polas nosas gorxas, quedaremos libres dos males da nosa ialma e de todo embruxamento.

Forzas do ar, terra, mar e lume, a vos fago esta chamada: si e verdade que tendes mais poder que a humana xente, eiqui e agora, facede cos espritos dos amigos que estan fora, participen con nos desta queimada.

CONJURO QUEIMADA EN CASTELLANO

¿CÓMO SE PREPARA UNA QUEIMADA?

El extraño mundo de Jack - Laura Canteros

El extraño mundo de Jack - Laura Canteros La costumbre de ahuecar y tallar una calabaza para convertirla en un farol llamado Jack-o-lantern tiene su origen en el folklore irlandés del siglo XVIII. Según se cuenta, Jack era un notorio bebedor, jugador y holgazán que pasaba sus días tumbado bajo un roble. En una ocasión, se le apareció Satanás con intenciones de llevarlo al infierno. Jack lo desafió a trepar al roble y, cuando el diablo estuvo en la copa del árbol, talló una cruz en el tronco para impedirle descender. Entonces Jack hizo un trato con el diablo: le permitiría bajar si nunca más volvía a tentarlo con el juego o la bebida.

La historia dice que cuando Jack murió no se le permitió la entrada al cielo por sus pecados en vida, pero tampoco pudo entrar en el infierno porque había engañado al diablo. A fin de compensarlo, el diablo le entregó una brasa para iluminar su camino en la helada oscuridad por la que debería vagar hasta el día del Juicio Final. La brasa estaba colocada dentro de un nabo ahuecado para que ardiera durante mucho tiempo.

Los irlandeses solían utilizar nabos para fabricar sus "faroles de Jack", pero cuando los inmigrantes llegaron a Estados Unidos advirtieron que las calabazas eran más abundantes que los nabos. Por ese motivo, surgió la costumbre de tallar calabazas para la noche de Halloween y transformarlas en faroles introduciendo una brasa o una vela en su interior. El farol no tenía como objetivo convocar espíritus malignos sino mantenerlos alejados de las personas y sus hogares.

* Autora: Laura Canteros

Laura Canteros (lauracanteros@ciudad.com.ar) es Profesora para la Enseñanza Primaria y docente de idioma inglés; Traductora Literaria y Técnico-Científica en inglés e Intérprete Simultáneo. Es integrante de la Comisión Directiva de ALIJA (Asociación de Literatura Infantil y Juvenil de Argentina), y desde hace veinte años se dedica a la investigación independiente en el área de literatura y medios para niños y jóvenes. Realiza crítica bibliográfica para diversas publicaciones y asesoramiento editorial en temas de traducción. Ha diseñado guías para el docente con propuestas para escritura creativa y compilado tres antologías de cuentos populares de Argentina. En mayo de 2002, recibió la Primera Mención del Premio a la Traducción Científico Técnica del Cono Sur 2001-2002 otorgado por Unión Latina a la obra Alumnos con dificultades. Guía práctica para su detección e integración de Marilyn Friend y William Bursuck.

La leyenda de "la" fantasma - María del Carmen Guzmán

La leyenda de "la" fantasma - María del Carmen Guzmán En casi todos los pueblos de Andalucía existe una leyenda: la leyenda de la fantasma, sí, la fantasma, porque al igual que La Ángela de la ciudad de Méjico, el término es femenino.

En muchos de estos pueblos se la conoce por el espanto o la canina. La historia circula no de boca en boca, porque sería antihigiénico, sino de boca en oído, y es más o menos así:

Un típico y tópico Sol de justicia había estado machacando al pueblo durante todo el día. La tarde se acercaba lenta y pesadamente con el caminar de unos bueyes cansados, y con ella se acercaban los campesinos para comer en sus casas el riquísimo puchero andaluz y refrescarse con el gazpacho, también andaluz, faltaba más. El Sol de justicia, sin hacer honor a su nombre, huyó por fin como un ladrón y la oscuridad empezó a cernirse sobre el pueblo que se puso asquerosito de lluvia de estrellas.

La noche cayó tan de repente, que se rompió las costillas sobre los bancos de la plaza, donde los viejecitos aburridos, como no podían tomar el sol, esperaban tomar la luna. Y la Luna Lunita Cascabelera apareció coqueta por el horizonte desparramando su luz con un manto tan lechoso, que las amas de casa empezaron a pensar en convertirla en queso o encalar las paredes. Gumersinda, sus rubios cabellos esparcidos sobre la almohada, roncaba apaciblemente, pues a pesar de ser una muñequita linda de cabellos de oro, de dientes de perlas y labios de rubí, roncaba, como todo el mundo. Además, como el vaina de su marido andaba de viaje vaya usted a saber con quién, disponía de toda la cama de matrimonio para espatarrarse sin que nadie la molestara, para ella solita.

Un aullido lastimero rompió el silencio de la noche en dos mitades: de una parte, los borrachos que dormían la mona y de la otra, los que se despertaron asustados. Una nube negra como la pena negra ocultó la cara rechoncha de la Luna que aprovechó la circunstancia para rascarse la calva, y entonces, la noche más tenebrosa de adueñó de las casas y de sus moradores como si fuera un antiguo cacique barrigón.

Aquella espantosa noche se llenó de todos los lugares comunes de una historia terrorífica, todos menos la tormenta: en Andalucía, en verano, hace un calor de tres mil demonios eructando a la vez. Aquella espantosa noche, repito, el miedo atenazó las gargantas y los corazones como si fuera la siniestra garra de un inspector de Hacienda, el sueño huyó de las mentes, y los niños empezaron a berrear, a pedir agua, caramelos y demás chucherías, con el inocente propósito de joder a sus papás.

Los aullidos volvieron a oírse, pero esta vez más tenebrosos, tanto, que los adolescentes, aunque aún no se estilaba,no necesitaron gomina en sus cabellos para mantenerlos tiesos durante meses. La gente se asomaba a las ventanas y balcones, todos a una, como en Fuenteovejuna, para ver quién o qué profería aquellos horripilantes, espantosos, terribles, espeluznantes alaridos de ultratumba, y es que la noche, además de todo eso, era horrísona.

Y la vieron. Era ella, la fantasma, el espanto. Allí, sobre los rojos tejados de las casas, un ser de vestiduras blancas ondeando a la brisa, se paseaba, saltaba, gesticulaba y hacía temblar
a Don Manuel Gil Fernández, el insigne Sargento de la Guardia Civil, curtido en cien batallas hasta haber conseguido una piel de cuero apergaminado.

Se cerraron todas las puertas, ventanas, cerrojos y trancas, se rezaron rosarios, se hicieron peticiones a las Ánimas del Purgatorio y hasta el Cura, Don Patricio Pérez, echó agua bendita por los cuatro puntos cardinales de su casa. Gumersinda, en cambio, como si nada, tan pancha, hecha una marmota, en el más profundo de los sueños, pues en sueños se hallaba en una gruta jugando al parchís con un guapo mozo. Por eso, nuestra protagonista no oyó el repiqueteo de unos dedos sobre el cristal de la ventana, ni vio la sombra blanca entre ésta y la Luna, que por cierto, había vuelto a salir para enterarse de todo, la muy cotilla.

La ventana se abrió de golpe y en lugar de murciélagos, un ejército de mosquitos aprovechó la coyuntura para colarse en la alcoba buscando a quien picar. Gumersinda abrió los ojos y la boca, y cuando quiso gritar, una huesuda mano fantasmal ahogó su grito.

- No chilles, gilipollas- susurró el fantasma.
- Hum huuuum- fue todo lo que pudo exclamar la muchacha.
- Pero, vamos a ver ¿Es que no me reconoces? ¿Cómo has podido dormirte si sabías que vendría por ti? ¡Ay que ver lo poco romántica eres, Gumer!
- ¡Ay, Paco, perdona! Es que tardabas tanto, que me quedé dormida.
-Vamos, Gumer ¡Date prisa! Colócate esa sábana y salgamos corriendo por los tejados, que a la salida del pueblo, junto al cementerio, tengo aparcado el coche de caballos.
- Ya voy, cariño, ya voy- respondió melosa Gumersinda mientras se colocaba la sábana por encima de la cabeza.

Y los dos adúlteros amantes, cogiditos de la mano, saltaron a la vez por la ventana mientras los mosquitos, frustrados, saciaban su sed en el pobre perro que no tenía culpa de nada.
Sólo algunos habitantes, los más valientes, se atrevieron a contemplar no uno, sino dos fantasmas saltando de tejado en tejado, compitiendo con los gatos.

Aunque esta leyenda es muy antigua y los tiempos cambian, en las calurosas noches del verano andaluz, arranca de vez en cuando una furgoneta junto a las tapias del cementerio, y una sábana blanca se enreda en las antenas de televisión provocando interferencias en las pantallas.

El médico, el boticario y el maestro lo achacan a fenómenos naturales, pero muchos saben que se trata del fantasma, la fantasma, el espanto, el alma en pena de algún descarriado… o descarriada.

* Autora: María del Carmen Guzmán (Dulcinea)

Mi regalo de por vida

Mi regalo de por vida Hoy quería sentirme un poco como un Rey Mago y me apetecía muchísimo haceros un obsequio. Pero no, no es un regalo de Navidad si no la mejor y más bonita manera que he encontrado para despedirme de vosotros hasta el próximo lunes, así como para demostrar al mundo que los mejores regalos son los que no tienen precio y los que puedes hacer en cualquier momento sin que te lo marque un calendario, sin tener que pasar la Visa ...

Este es mi deseo perenne de paz y de serenidad para todos vosotros. Mi regalo de vida. Para disfrutar de él sólo tenéis que encender los altavoces de vuestro ordenador y entrar en el siguiente vinculo. Cerrad los ojos y dejaros llevar, inundaros de tranquilidad, de magia ... Estoy segura que mediante cosas tan sencillas y a la vez extraordinariamente bellas como lo es el sonido de un bosque mediterráneo en invierno os puedo llegar a transmitir todo lo que deseo para vosotros no sólo para la noche de mañana o para el día del 25 si no para todos los días de vuestra vida.

Espero que os guste, con cariño.

Comella Firmet

Comella os deja a solas con el miedo

Comella os deja a solas con el miedo

Me marcho de “Castañada” y os dejo solos con todos los relatos y poesías de Halloween y con una selección especial de páginas web para que celebréis el "día de los difuntos" por todo lo alto. Aquí tenéis una colección de enlaces de lo más terroríficos y entretenidos... Eso sí, no me hago responsable de lo que pueda suceder si entráis en alguno de ellos ni de las secuelas que ello os pueda ocasionar... Nos leemos a la vuelta ... o no.

Besos, panellets y alguna que otra castaña Cool

Comella Firmet

* Colección de fotografías de lugares siniestros, lúgubres, desolados, en abandono total... ¿ Habrá fantasma ?
ABANDONED PLACES


* Entra en “Podrido.com” y entérate de la fecha de tu muerte, pregúntale lo que quieras a una peculiar pitonisa... Escalofriantemente divertido.
PODRIDO


* Una colección de calabazas extremadamente ... diferentes
EXTREME PUMPKINS


* Una página de lo más macabra, donde una de las cosas más normales que puedes hacer en ella es escribir tu propia “esquela” ... Sin palabras...
ESTÁS MUERTO