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Entre auroras seguras - José Alberto de Quintana de León

Entre auroras seguras - José Alberto de Quintana de León

Hace tiempo que no estás

pero vivo de la ilusión

que un día te viera

aparecer en la ventana de mi ánimo

como un terremoto de fresca hiedra

trepando con alegría

por los grises muros de la ausencia.

Una mirada oportuna

a la mágica palabra del destino

que interpuso en nuestras vidas

confidencias, cariños y silencios.

 

Un día si y otro también

agazapados en la sombra

buscamos la mirada y encontramos el alma.

Irreverente destino

que un día da y otro quita

sin contemplar tibiezas

que amargan las horas del olvido.

Aún entiendo el porqué no entendía nada,

a pesar de saber

de la sinceridad de tu palabra

y tenerte cada día

en los brazos de la media noche

mientras con angustia

abrazaba fuertemente mi almohada.

Y allí estabas,

arrogante y serena

tierna y enérgica...

sin concesiones;

o me tomas o me dejas.

Poco a poco fuiste abriendo

un canal en mi desierto

por dónde fluía el frescor

de un alma hermana

que se acerca con cariño

al erial de la nada.

 

 

Y nunca te lo dije

pero ya entonces lo pensaba.

Y al ver tu nombre escrito

se me sublevaba el alma,

me llenaba de regocijo

y desaparecía la pena

para llenar de júbilo la noche

entre palmas...

Complicidad, silencios y distancia,

así era la fuerza

que un día si, un día no

se acercaba a nuestras almas.

Y no entendía el porqué

y a veces no lo aceptaba.

Quería una claridad

que no podías darme

porque no la conocías,

pero allanabas mi camino

con tu serena calma.

 

Y pasaron días y meses

sin poder decir que hoy

fue mejor que ayer,

sin reparar en la distancia;

aceptando los momentos

que poco a poco se alejaban,

sabiendo que ya es historia

el lugar que ocupas en mi morada.

No me arrepiento de nada,

no pienses que lloro ausencias,

tú sabes que no es eso.

Es la angustia de verte pasar

frente al espejo

y no poder ver el fondo

de tu mirada.

Quizá lo que un día nos unió

nos separe en el futuro,

porque nos unió la distancia.

La misma distancia que abre puertas

frente a largos caminos de ausencia

y que lleva corazones

de zozobra, lágrimas y penas.

Pero que es capaz un día

de llegar a ser minúscula

a los ojos que se encuentran

tras tiempos de añoranza.

¡Qué poco vale entonces la distancia!

Hasta es grato recordarla.

Pero eso sólo ocurre

cuando ves acercarse el día

en que puedas superarla.

Día incierto, día de nervios,

que deseas que llegue, con miedo

a ver realizado un sueño

que no sabes si es mejor

seguir soñando, que verlo hecho.

 

Poder sentir tus ojos

a través de la palabra

y viajar entre nubes de algodón,

trémula la mirada,

por esos mundos de colores

de los que tanto me hablas.

Rozar montañas lejanas

para abordar las aguas claras

de tu mar...

Ese mar que te da vida

con su luz, su viento y su agua.

Acompañarte entre olas amigas

que no mojan si estás cerca,

con tu mano entre la mía

y a lo lejos oír la brisa

que ondea entre tu pelo

para besarte tiernamente en la cara.

Es tu luz, es tu mar, es tu playa;

en verano calma

cómo calma es tu sonrisa

cuando cierras los ojos y te abrazas

a la brisa juguetona

que sobre las olas corre,

presurosa, a tu encuentro

para tomar de ti la vida

que ofreces gustosa

a su cálido aliento.

 

Y aún así, volver atrás la mirada

contemplando el rastro de tus pisadas,

pequeña huella en la arena

que marca senda feliz

entre dunas, conchas y olas,

haciendo camino seguro

a cobijo de tu sombra.

Ese pequeño pié

que atravesó abruptos pedregales

con determinación y firmeza

sin importar la herida,

para curar otros llantos.

Llantos de mar que un día llegaron

reclamando atenciones

para volver a la luz que da vida.

Y contar con mi oído

y la complicidad debida,

para entender poco a poco,

la razón de tu luz

ante nubes pasadas

que amenazaban tormenta.

 

Pero como siempre vuelve

apareció completa.

Llena de dudas amargas

con tintes de disculpa,

de tirar toallas,

de esconder la cabeza debajo del ala.

Y lograste tumbar mi alma.

Vi derrumbarse castillos de arena,

amenazantes olas negras

aplastaron las murallas

y no dejaron piedra sobre piedra.

Herido de gravedad

no encontraba consuelo en el alma

que curase tanta herida

sin encontrar tu palabra...

Y el silencio se hizo eterno,

día a día, minuto a minuto,

se hizo mayor la angustia

que empañaba mi mirada.

Negras sombras me rodeaban

y no sabía que hacer

con mis vacías manos

en los bolsillos del alma.

Y así llegó mi mañana

con la cara ennegrecida

por surcos de sarcasmo,

mientras mis ojos huidos

buscaban sujetarse en  algo.

 

Y tras la tempestad, la calma.

Apareció la luz muy de mañana

con una amplia sonrisa en los labios,

perlas sobre rosas...

tímida golosina azucarada.

Me hablaste de paciencias,

de perseverancias...

y nombraste dudas y tormentos

que tu corazón llenaban.

El sol no hiere la mañana

y menos a un alma que tiembla

al verse tan cercana.

Hay miedos de noche

que tiritan de madrugada

ante vientos de galerna

en un alma arrugada.

Frente a ti viste estrellas

que mostraban el camino

de luceros plenos de cariño

que bordeaban los senderos

guiando al abrazo amigo.

Aceptaste recogerte en ellos...

Y a la puerta de tu casa

junto al sol de mediodía,

me cuentas historias de nubes

que buscan ardientes soles

para subir, condensarse y llover

sobre la cabeza de esta niña

que a pesar de lo que digas,

aún llevas dentro...

Y me llevas de la mano

a subir la duna de tus sueños

donde sólo hay arena, pinos y mar,

paz, sosiego, calma y anhelo.

Y sin estar contigo, estoy.

Sin poder verte, la mejilla te beso

sonriendo, mientras aprieto tus dedos

entre los míos,

durante mucho... mucho tiempo.

 

No volver ya la vista atrás,

obtener confianza en el futuro

que alienta la tibieza

de ese ser tan querido

que llevas dentro...

Repasando cada día de la vida

sin ánimo de revivir angustias

pasadas, ni malos equipajes

que antes nos llevaron

por caminos abruptos, torcidos

y nunca deseados...

Sentir que florece la nueva esencia

que marca un común destino

de distancias superadas

y vivir en armonía, en concordia

con los brazos abiertos

a la clara llamada

que el grito del alma querida

sabe hacer llegar a nuestro oído.

Escuchar, siendo cauto,

sin juicio ni prejuicio

que empañe la dulce mirada

desprendida cada día

desde lo alto de tu ventana.

Tener fe en que, aunque lejos,

puede estar cerca el día

de tenerte entre los brazos

y que asalten nuestra mente

esas nuevas sensaciones

que tanto miedo nos han dado

a veces... sólo a veces.

Y el roce de los labios

y la escasez en la palabra,

y la emoción contenida,

y la lágrima que resbala.

Todo ello en un instante

de magia recuperada.

Es entonces cuando desaparecen

infiernos carentes de valores

para abrir a tus pies los cielos

ricos en flores de azahar, rosas

y mieles...

Llegará el sol de madrugada

llenando de luz el sendero

que nuestra vida reclama

para poder acudir, juntos,

por una vez, al nacer de una mañana.

Y posar con las flores

en la fotografía del alba...

 

Mírame a los ojos,

abre al mundo tu esperanza,

aunque lejos, estoy cerca

y quiero amoldarme a tu esencia,

no dejar que entre almas

pase el más leve aire

que separe momentos.

Como los labios en los besos,

capaces de tomar formas diferentes

para no perder el contacto

con el labio ajeno.

Como los cuerpos en el abrazo

que se entretejen y aprietan

temiendo que algo los separe.

Como la playa y las olas

con su rítmico movimiento...

Poder así unirme a tu alma

tomar tu forma, vivirte,

respirarte, hablarte, sentirte...

Sentimientos al aire

que no por esperados,

vienen carentes de miedos,

azules, como el cielo,

tibios, como la mañana,

pero sinceros y enteros.

 

Habrá días de alegría

otros, sentirás penas,

y quisieras, en un arrojo de vida,

desprendida de mentales vestimentas,

lanzarte a la vorágine entera.

Conseguir trepar la inteligencia

para, abandonada en los llanos del alma,

ser feliz...

Con los ojos cerrados, el pelo al viento,

despeinado.

Dejando que el sol matice

ceda recoveco de tu piel,

tus pestañas, tus cejas, tus labios,

tus besos...

buscando el hondo sentido

que cada palabra tiene

cuando te la trae el aire

desde la boca que te quiere

hasta lo más profundo de tu cuerpo.

 

© José Alberto de Quintana de León

2003 

 

 

 

 

 


 

5 comentarios

Perseida -

Hermosas palabras enredadas en versos.
Saludos poeta.

Ly -

Largo, pero ahí está su mérito. No deja de ser un precioso poema en ningún momento. Me ha gustado muchísimo. Gracias. Un saludo desde L.A.

Alberto -

Gracias a vosotros. A los dos. Y a Comella por publicarlo.

Besos.

Linda -

El listón en este blog cada día está + alto... ¿Dónde vamos a llegar? Brillante poema, me ha hecho pasar un rato muy agradable ¡Gracias!

pokito -

Alberto, dejando a un lado nuestras diferencias, siempre es un gusto leerte, cuando escribes libre de toda sospecha. Un gusto.


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