La Bella Durmiente. Por Quim Monzó.
Pocos días antes de que el Ayuntamiento barcelonés retirase los anuncios de la Mercè protagonizados por el Neng de Castefa, una patera llegó a Fuerteventura y los 39 inmigrantes saludaron a los que les recibieron con gritos de "¿Qué pasa, neng?".
Imagino la cara de Eduard Soto, el excelente actor que interpreta al personaje, al enterarse de la noticia. E imagino mil cerebros de estudiosos de la sociología de los medios de comunicación hirviendo ante las posibilidades que el hecho brinda. Aquí, tres estudios sobre la evolución del término nen, que hace quince años usaban exclusivamente los noctámbulos barceloneses, por influencia de los músicos. Allí, un par de artículos sobre la variante nin, que abandera un reputado vecino de mi calle. Más allá, cinco tesis sobre el hecho de que un sustantivo catalán haya penetrado en el argot castellano (con sesudas referencias a capicúa, añoranza y clenxa) y un epílogo sobre la necesidad o no de esa ge final para remarcar la impermeabilidad fonética de los castefenses. Y, por todas partes, disertaciones sobre la influencia de la televisión en las ansias emigratorias de los habitantes del continente africano.
Emigran sabiendo ya que, aquí, lo normal, al llegar a un sitio o lugar, no es decir "¡Hola!" o "¡Buenos días!", sino "¿Qué pasa, neng?".
Emigran sabiendo un montón de cosas sobre este país, Europa entera y aun América. Y saben todas esas cosas porque las ven en la tele: ven las casas, los coches, las preocupaciones y los bistecs. Si la tele no existiese, si nunca hubiese existido, nada de eso sabrían y el agua que divisan desde sus costas, mientras esperan una patera en la que embarcar, no sería un camino, sino una barrera sin interés. ¡Ay, aquella tele que Maria Aurèlia Capmany alardeaba de no tener! Ahora mismo la revista New Scientist explica las consecuencias que todos esos programas sobre asesinatos y forenses -como CSI-tienen en el comportamiento de los delincuentes. Gracias a esas series, muchos evitan que los identifiquen. Aprenden qué métodos de detección utiliza la policía científica y, en consecuencia, actúan con más profesionalidad. Si cuando se descubrió que por las huellas digitales se podía identificar a una persona, empezaron a ponerse guantes, ahora, además de llevar guantes, no dejan colillas en los ceniceros de los coches robados y, si van a violar a alguien, se ponen condón, no porque les guste sino para no dejar pruebas de ADN.
Nada es si no sale en la tele. Por eso Britney Spears -que por fin tuvo su hijo la semana pasada- explicó durante todo el embarazo que filmaría su propio parto para un programa de televisión. La Spears detallaba que las cámaras no tomarían primeros planos de los momentos "más íntimos" y que, mientras diese a luz, por los altavoces de la sala de partos sonarían melodías de las películas de Walt Disney. ¿Las de Pocahontas?
¿Alguna de Peter Pan?
Si finalmente todo ha ido como estaba anunciado, no les extrañe que, a la que emitan el reportaje del parto por la tele, los guardias civiles vean cómo, de la siguiente patera que llegue, descienden 39 tiarrones cantando: "Eres tú el príncipe azul que yo soñé. / Eres tú, tus ojos me vieron con ternuras de amor. / Al mirarme así el fuego encendió mi corazón / y mi ensoñación se hará realidad y te adoraré / como aconteció en mi sueño ideal".
Publicado en La Vanguardia.
Imagino la cara de Eduard Soto, el excelente actor que interpreta al personaje, al enterarse de la noticia. E imagino mil cerebros de estudiosos de la sociología de los medios de comunicación hirviendo ante las posibilidades que el hecho brinda. Aquí, tres estudios sobre la evolución del término nen, que hace quince años usaban exclusivamente los noctámbulos barceloneses, por influencia de los músicos. Allí, un par de artículos sobre la variante nin, que abandera un reputado vecino de mi calle. Más allá, cinco tesis sobre el hecho de que un sustantivo catalán haya penetrado en el argot castellano (con sesudas referencias a capicúa, añoranza y clenxa) y un epílogo sobre la necesidad o no de esa ge final para remarcar la impermeabilidad fonética de los castefenses. Y, por todas partes, disertaciones sobre la influencia de la televisión en las ansias emigratorias de los habitantes del continente africano.
Emigran sabiendo ya que, aquí, lo normal, al llegar a un sitio o lugar, no es decir "¡Hola!" o "¡Buenos días!", sino "¿Qué pasa, neng?".
Emigran sabiendo un montón de cosas sobre este país, Europa entera y aun América. Y saben todas esas cosas porque las ven en la tele: ven las casas, los coches, las preocupaciones y los bistecs. Si la tele no existiese, si nunca hubiese existido, nada de eso sabrían y el agua que divisan desde sus costas, mientras esperan una patera en la que embarcar, no sería un camino, sino una barrera sin interés. ¡Ay, aquella tele que Maria Aurèlia Capmany alardeaba de no tener! Ahora mismo la revista New Scientist explica las consecuencias que todos esos programas sobre asesinatos y forenses -como CSI-tienen en el comportamiento de los delincuentes. Gracias a esas series, muchos evitan que los identifiquen. Aprenden qué métodos de detección utiliza la policía científica y, en consecuencia, actúan con más profesionalidad. Si cuando se descubrió que por las huellas digitales se podía identificar a una persona, empezaron a ponerse guantes, ahora, además de llevar guantes, no dejan colillas en los ceniceros de los coches robados y, si van a violar a alguien, se ponen condón, no porque les guste sino para no dejar pruebas de ADN.
Nada es si no sale en la tele. Por eso Britney Spears -que por fin tuvo su hijo la semana pasada- explicó durante todo el embarazo que filmaría su propio parto para un programa de televisión. La Spears detallaba que las cámaras no tomarían primeros planos de los momentos "más íntimos" y que, mientras diese a luz, por los altavoces de la sala de partos sonarían melodías de las películas de Walt Disney. ¿Las de Pocahontas?
¿Alguna de Peter Pan?
Si finalmente todo ha ido como estaba anunciado, no les extrañe que, a la que emitan el reportaje del parto por la tele, los guardias civiles vean cómo, de la siguiente patera que llegue, descienden 39 tiarrones cantando: "Eres tú el príncipe azul que yo soñé. / Eres tú, tus ojos me vieron con ternuras de amor. / Al mirarme así el fuego encendió mi corazón / y mi ensoñación se hará realidad y te adoraré / como aconteció en mi sueño ideal".
Publicado en La Vanguardia.
8 comentarios
Comella -
Un abrazo para todos :)
LeeTamargo -
LeeTamargo.-
bolo -
besos guapa
toshiro -
Abrazos.
Unda -
Besitos
Trini -
Un abrazo, Comella
Comella -
Infierno -