Las lecciones del Katrina
ESTADOS Unidos tendrá que echar mano de toda su energía interior, su fuerza moral y su capacidad de optimismo para salir de este trago. Un mito más derribado, la capacidad de liderazgo, el instinto de la previsión, la eficacia en la respuesta en situaciones límite. Y en medio de la catástrofe el mismo presidente Bush, somnoliento y dubitativo, sin saber por dónde tirar, sin conectar con el ciudadano medio hasta que ya es tarde.
¿De qué sirven guerras extrañas, costes inauditos, sufrimientos sin cuento en conflictos externos si un día la madrastra naturaleza te pone en tu sitio y el viejo tinglado se viene abajo?
La gente se pregunta si al final no serán lo mismo las costas de Sri Lanka que el litoral de Lousiana. Al presidente le vendrían bien los 30 ó 40 mil millones de dólares que tiene previstos para la reconstrucción de Irak, como le hubiera venido bien las fuerzas de la guardia nacional de Nueva Orleans desplegadas en el martirizado país árabe.
El huracán Katrina ha puesto además al descubierto otras fallas sociales. No había que ser un lince para adivinar a través de las imágenes de la televisión la existencia en medio de la catástrofe de dos clases de ciudadanos: los sureños acomodados y el resto. A medida de que vaya surgiendo más información se tendrá una idea cabal de lo que ha ocurrido, de los errores e imprevisiones que se han producido. Por no hablar de la retirada de fondos que estaban destinados a sustentar los diques tan necesarios en una ciudad situada bajo el nivel del mar. El dinero se lo llevó Bush en ese saco sin fondo que es Irak.
El presidente Bush cortó tarde sus vacaciones. El 13 de agosto los periodistas le preguntaron cómo era posible que tomase 5 semanas de vacaciones para practicar el ciclismo e ir de pesca, rechazando entrevistarse con una mujer, Cindy Sheehan, convertida en el símbolo del dolor al movimiento anti-guerra en Irak tras la muerte de su hijo. «Soy consciente de lo que pasa a mi alrededor», respondió Bush, «pero soy también consciente de que tengo mi propia vida y estoy decidido a vivirla». Será raro sin embargo que el movimiento anti-guerra alcance la intensidad que tuvo en Vietnam. Fue un conflicto diferente, los soldados no eran voluntarios, y en este caso las pérdidas norteamericanas son mínimas si las comparamos con las de Vietnam, donde murieron 30 veces más soldados y la juventud no tiene la misma conciencia política. También entonces el presidente Jonhson se arrastraba en las encuestas. A George W. Bush con la tragedia de Lousiana, Misisipi y Alabama, el destruido paisaje de Faulkuer, Tennesse Williams o Truman Capote se le plantea un problema añadido: pedir perdón, algo que tampoco le gusta y recuperar la confianza de los ciudadanos burlados.
* Manu Leguineche (ABC/Ideal/Vocento - 05/09/2005)
Nota de Ediciones Guallavito : Gracias José Vicente Pascual
¿De qué sirven guerras extrañas, costes inauditos, sufrimientos sin cuento en conflictos externos si un día la madrastra naturaleza te pone en tu sitio y el viejo tinglado se viene abajo?
La gente se pregunta si al final no serán lo mismo las costas de Sri Lanka que el litoral de Lousiana. Al presidente le vendrían bien los 30 ó 40 mil millones de dólares que tiene previstos para la reconstrucción de Irak, como le hubiera venido bien las fuerzas de la guardia nacional de Nueva Orleans desplegadas en el martirizado país árabe.
El huracán Katrina ha puesto además al descubierto otras fallas sociales. No había que ser un lince para adivinar a través de las imágenes de la televisión la existencia en medio de la catástrofe de dos clases de ciudadanos: los sureños acomodados y el resto. A medida de que vaya surgiendo más información se tendrá una idea cabal de lo que ha ocurrido, de los errores e imprevisiones que se han producido. Por no hablar de la retirada de fondos que estaban destinados a sustentar los diques tan necesarios en una ciudad situada bajo el nivel del mar. El dinero se lo llevó Bush en ese saco sin fondo que es Irak.
El presidente Bush cortó tarde sus vacaciones. El 13 de agosto los periodistas le preguntaron cómo era posible que tomase 5 semanas de vacaciones para practicar el ciclismo e ir de pesca, rechazando entrevistarse con una mujer, Cindy Sheehan, convertida en el símbolo del dolor al movimiento anti-guerra en Irak tras la muerte de su hijo. «Soy consciente de lo que pasa a mi alrededor», respondió Bush, «pero soy también consciente de que tengo mi propia vida y estoy decidido a vivirla». Será raro sin embargo que el movimiento anti-guerra alcance la intensidad que tuvo en Vietnam. Fue un conflicto diferente, los soldados no eran voluntarios, y en este caso las pérdidas norteamericanas son mínimas si las comparamos con las de Vietnam, donde murieron 30 veces más soldados y la juventud no tiene la misma conciencia política. También entonces el presidente Jonhson se arrastraba en las encuestas. A George W. Bush con la tragedia de Lousiana, Misisipi y Alabama, el destruido paisaje de Faulkuer, Tennesse Williams o Truman Capote se le plantea un problema añadido: pedir perdón, algo que tampoco le gusta y recuperar la confianza de los ciudadanos burlados.
* Manu Leguineche (ABC/Ideal/Vocento - 05/09/2005)
Nota de Ediciones Guallavito : Gracias José Vicente Pascual
3 comentarios
Ly -
guanachinerfe -
LeeTamargo -
SALUDANDO: LeeTamargo.-