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El último viaje - Pili Sanz

El último viaje - Pili Sanz Era de madrugada cuando sonó el teléfono, sobresaltada....respondió a la llamada, permaneció inmóvil mientras escuchaba y sin decir palabra colgó.

Sacó una maleta, metió cuatro cosas sin pararse a mirar demasiado, se dio una ducha rápida y se vistió. En menos de media hora ya se había puesto en camino.

Mientras iba conduciendo veía pasar los postes kilométricos, parecían siempre los mismos. Estaba tan lejos, pensó y se dijo a si misma: "espero llegar a tiempo".

El camino se hacía interminable y en su mente se agolpaban miles de imágenes y recuerdos. Ella era la pequeña de la familia, había llegado al mundo cuando nadie la esperaba y sin que nadie le hubiera invitado, pero había sido la alegría de todos y siempre había sido "la niña", no importaba que estuviera casada, fuese madre y tuviera 35 años....siempre fue y sería "la niña".

Recordó la primera vez que fueron a pescar juntos...y una dulce sonrisa asomó a sus labios. Él, tuvo que colocarle el cebo en su pequeña caña porque a ella le daba pena pinchar al gusano. Apenas debía de tener 6 años y aquella fue la primera de otras muchas veces que fueron juntos a pescar.

Recordó también cuando andaba por la casa aporreando la guitarra y cantando....destrozando los tímpanos a los vecinos y acabando con la paciencia de sus pobres hermanos. O tantas y tantas otras muchas cosas que habían hecho juntos. A pesar de sus diferencias siempre se habían respetado y querido mutuamente.

Aún era de noche aunque algún pequeño rayo de sol asomaba tímidamente por el horizonte. Miró el reloj, llevaba tres horas conduciendo, en su ansía por llegar no quería parar, pero estaba cansada y necesitaba estirar las piernas. Así que en la siguiente área de servicio hizo una breve parada y tras diez minutos reanudó su camino, aún le quedaban tres horas para llegar.

Mientras observaba los limpiaparabrisas y las gotas de lluvia que resbalaban por el cristal, siguió recordando: Los duros momentos que pasaron cuando murió su madre, las discusiones por la hora de llegar a casa o lo orgullosa que iba agarrada de su brazo el día de su boda.

Era ya casi de día cuando llegó a la ciudad, se desvió de la autopista y tras comprobar que el tráfico seguía siendo infernal a esas horas de la mañana, llegó al hospital. Dejó el coche en un aparcamiento cercano y mientras caminaba hacía la puerta intentaba reunir la fuerza y el valor necesarios para superar su fobia a los hospitales y poder atravesarla.

Subió a la sexta planta y al salir del ascensor se encontró con algunos familiares, cruzaron cuatro palabras y caminó hacia la habitación. Tragó saliva en un acto desesperado de intentar cambiar la realidad....pero la realidad era esa.

La realidad era que ese hombre al que ella adoraba y quería con locura, estaba en la cama, entre tubos, agujas, mascarillas y apenas debía de pesar 30 kilos. Le costaba mirarle y poder contener las lagrimas y el sentimiento de rabia e impotencia que le recorría todo el cuerpo en esos momentos. Pero tenía que ser fuerte y como siempre, en la mayoría de las circunstancias que habían rodeado su vida,........lo fue.

Se sentó al lado de su cama y le cogió la mano, le habló suavemente al oído: Papá......soy yo, tu "niña".....ya estoy aquí. Por un breve instante abrió los ojos, la miró y apretó su mano fuertemente, no habló....pero ella sintió que él sabía que estaba allí, ella había llegado......era lo único que él estaba esperando.

Durante los dos siguientes días y sus correspondientes noches, ella siguió allí....sujetando su mano, a pesar de que sus hermanos habían intentado convencerla de que la espera podía ser larga y debía dosificar sus fuerzas......que se marchará a comer algo, dormir y asearse, ella no consintió moverse de su lado, no podía dejarle...él la necesitaba para hacer ese último viaje.....no quería dejarle solo.

Cuando el sueño y el cansancio parecían vencerla, cogía su discman y escuchaba un CD de Roger Waters que una persona muy especial para ella le había prestado y así se mantenía despierta.

Al amanecer del tercer día nada más despuntar el alba, tras haber estado luchando entre la vida y la muerte......se dejo ir y su lucha terminó. Algo de ella se marchó con él también......su vida ya no sería lo mismo sin él. Había estado tantas horas conteniendo las lágrimas para que él no la viera llorar que ahora que su corazón estaba sangrando y necesitaba llorar y gritar para apaciguar ese dolor que le rasgaba, no podía hacerlo.

Como un alma que lleva el diablo, se marchó a comer algo, ducharse y cambiarse de ropa. Al cabo de un par de horas, cogió su coche y se marcho al velatorio. Cuando llegó, había mucha gente, familiares y amigos que la besaban y abrazaban intentando compartir su dolor. Pero ella no estaba allí.........estaba en algún lugar más allá, donde nadie podía acompañarla. Les veía mover los labios pero no les oía.....era como si fuera espectadora de una película a la que le hubieran quitado el sonido. No podía soportarlo, tenía que salir de allí.....las fuerzas ya apenas la mantenían en pie. Se zafó de la gente como pudo y se sentó en una sala apartada del bullicio. El cansancio la venció y se quedó dormida.

Mientras dormía tuvo un sueño o más bien un recuerdo de cuando era niña. Ella tenía el pelo muy largo y su madre siempre la peinaba con trenzas que a él le encantaban. Una vez vino su tía a visitarles y la llevó con ella a la peluquería. Sin consultar con nadie le dijo al peluquero que le cortará el pelo aun sabiendo que a él no le gustaría........que así fue. Al menos tuvo el detalle de llevar las trenzas a casa para que las tuviera de recuerdo. Ella estaba muy enfadada porque no le gustaba el corte de pelo y él bromeaba con ella y le decía: "No te preocupes Pepito que ya te crecerá otra vez el pelo". Pero siempre guardó las trenzas. Cuando ella le preguntaba: Papá ¿ para que quieres mis trenzas?. Él siempre le respondía: Me acompañarán en mi último viaje.......así siempre te tendré conmigo.

De repente se despertó sobresaltada, por un instante no sabía dónde estaba y pensaba que todo había sido un mal sueño pero tras una breve ojeada a su alrededor se dio cuenta de donde estaba. Una pregunta hacía eco en su mente: ¿Dónde estarán las trenzas?. Durante años las había visto por la casa cada vez que su madre ordenaba el armario, pero desde que se casó no las había vuelto a ver. Lo más probable es que alguien las hubiera tirado cuando hicieron la mudanza, pensando que demonios sería eso. Pensó por un instante......salió de allí y llegó hasta una floristería. Entró y le pidió al dependiente una rosa roja y unas tijeras.

El dependiente algo extrañado accedió a su petición y ante el asombro del mismo cogió un gran mechón de su largo y rizado cabello y se lo cortó. Cogió la rosa y lo trenzó junto con el tallo. Pagó al dependiente y se marchó.

Estuvo paseando hasta que perdió la noción del tiempo intentando sacar toda la rabia y el dolor que tenía dentro, pero las lágrimas no salían de sus ojos.

Volvió junto a él y le colocó con cariño la rosa entre sus manos. Se quedó allí junto a él hasta que un río de lágrimas contenidas brotó en sus ojos. Había cumplido su último deseo....... le miró por un instante, dio media vuelta y finalmente le dejó partir.

* Autora : Pili Sanz

2 comentarios

pepe -

Pili, corazón. No te puedes imaginar las toneladas de sentimientos que tiene este texto...Cada vez que lo leo, no puedo evitar que algunas lágrimas me salten; e imaginarme esos momentos, desde una posición de segunda persona, que contempla a una amiga ante tanto dolor.
Un beso

Comella Firmet -

Hoy, al publicar tu relato en "Guallavito", me he vuelto a emocionar incluso más que la primera vez que lo leí (supongo que ya sabes porqué).

Esta es mi manera de darte las gracias por todo tu apoyo y consuelo en estos últimos tiempos. Por todo tu cariño, por tu amistad, por tu gran humanidad y tu tremendo corazón. GRACIAS por ser parte de mi vida y por ser tan especialmente única. TQ PILI.